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El Misterio de Cristo

  • hasenjo
  • 25 mar 2017
  • 3 Min. de lectura


Lectura bíblica: Dt. 32:30; Sal. 133; Ef. 1:23; 2:20-22; 3:10, 18-19; 4:13; 6:11; 1 Co. 12:27; Mt. 18:15-18



Las riquezas de Cristo son muy profundas. El es el Señor, Aquel que todo lo llena en todo (Ef. 1:23). En El están las riquezas inescrutables (Efesios 3:8).


La intención de Dios no es que estas riquezas profundas e infinitas se queden solamente en Cristo, sino que lleguen a ser las riquezas de la iglesia. Su intención es que la iglesia llegue a ser la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Ef. 1:23).


La iglesia es un vaso hecho para contener la vida de Cristo. Todas las riquezas del Hijo de Dios han sido depositadas en la iglesia. Las riquezas de Cristo son las riquezas del Cuerpo de Cristo.


La iglesia no es un montón de piedras, ni una masa de individuos sin ninguna relación entre sí, sino un “edificio” en el cual las piedras están “bien acopladas” para llegar a ser la “morada de Dios en el espíritu” (Efesios 2:21-22). Este templo es edificado “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas” (v. 20). En un sentido secundario, cada miembro es, a nivel individual, templo de Dios, pero únicamente el templo corporativo puede contener todas las riquezas de Dios.


Efesios 3:10 nos dice que dar a conocer la multiforme sabiduría de Dios a los principados y potestades es algo dado a la iglesia, y no a ningún individuo en particular. Los versículos 18 y 19 dicen que Dios hará que seamos “plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento”.


El amor de Cristo es tan rico que se necesita toda la iglesia para poderlo medir. Cristo no sólo está en cada miembro, sino que también está en el Cuerpo. Ningún miembro del Cuerpo de Cristo puede contener todas las riquezas de Cristo.


Solamente el Cuerpo de Cristo tiene la capacidad de expresar las riquezas de Cristo.


Entonces necesitamos estar en el Cuerpo para comprender todas las riquezas que Cristo tiene en Su Cuerpo. No es “un solo” creyente, sino “todos” los creyentes juntos los que llegan “a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.


En el capítulo seis se nos dice que nos vistamos “de toda la armadura de Dios” para que luchemos contra las huestes de las tinieblas. Sin embargo, la armadura para combatir no se le da a un solo creyente, sino a la iglesia. “Toda la armadura” la puede llevar únicamente el Cuerpo, no un solo miembro.


La guerra espiritual se rige por el siguiente principio: uno perseguirá a mil, y dos harán huir a diez mil (Dt. 32:30).


De acuerdo con las matemáticas, si uno puede perseguir a mil, dos sólo podrían perseguir a dos mil. Pero en las matemáticas de Dios, uno persigue a mil, mientras que dos persiguen a diez mil.


La fuerza de dos personas que se unen es cinco veces mayor que la de dos personas separadas. Dos es el menor número que puede expresar una entidad corporativa. Si dos personas persiguen al enemigo por separado, no derrotarán a diez mil.


Este es el principio: la fuerza del Cuerpo como entidad colectiva es muy grande. A Dios le interesa el Cuerpo; no está interesado en la fuerza que usted tenga ni cuán poderoso sea como individuo. En tanto que usted sea un individuo separado de los demás, sólo podrá perseguir a mil. Pero si usted está unido a los demás, su fuerza se quintuplicará. Usted necesita ver que simplemente es un miembro.


Usted es limitado y pobre, y necesita a los demás miembros..


“Porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna” (Sal. 133:3). ¿Adónde envía Jehová bendición? Adonde los hermanos habitan en armonía.


Cuando el Cuerpo está bajo la unción, la vida fluye libremente desde la Cabeza hacia todos los miembros. Cristo no es la Cabeza de ninguna misión u organización; El es la Cabeza de Su iglesia exclusivamente.


La Cabeza es únicamente Cabeza del Cuerpo. A menos que estemos cimentados en la base del Cuerpo, no podemos afirmar que Cristo sea nuestra Cabeza, y si no podemos decir que tenemos toda la autoridad de la Cabeza, tampoco podemos conocer la plenitud de la vida que proviene de la Cabeza.


La bendición que es enviada cuando los hermanos habitan en armonía bajo la unción es “vida eterna”, un arroyo de vida pleno, libre y constante.


Bendecidos!!


 
 
 

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